Cristina Álvarez, investigadora.
Una nube de grandes ojos castaños siguen atentos al payaso que les invita a cantar y bailar con él. Y sonríen, alegres y emocionados. Decenas de niños han recibido hoy la visita de una caravana muy especial, con animadores que les invitan a jugar, a pintar y a divertirse.
Mientras, sus familias acuden a otra caravana para cosas mucho más serias: obtener su documento de identidad, aprender que tienen que tener una tarjeta de la seguridad social y saber lo que implica, informarse sobre sus derechos como ciudadanos. Somos unos cuantos visitantes, y nosotros y nuestras cámaras empezamos a llamar demasiado la atención. Todos quieren que les hagamos fotos. “Es la primera vez que ven extranjeros”, me dice Abdel Ali, el responsable de la asociación RADEV y uno de los artífices de este proyecto.
Hoy por fin hemos tenido la oportunidad de vivir en directo cómo es una caravana de sensibilización, la actividad con la que se inició este programa de Justicia de Género. Y la verdad es que es todo un evento en un lugar donde nunca pasa nada. 30 caravanas al año visitan diferentes douar, pequeños pueblos de difícil acceso, para informar a sus habitantes sobre sus derechos ciudadanos. En Marruecos existe una enorme brecha entre lo urbano y lo rural: el Estado dedica pocos medios y la administración es un ente lejano que intimida a la población rural, de modo que trámites aparentemente sencillos como obtener el carnet de identidad, el acta de matrimonio o de nacimiento o la tarjeta de la seguridad social se convierten en una odisea para los habitantes de los douar. Muchos ni siquiera tienen estos documentos, y quienes los tienen no suelen saber para qué sirven.
Las caravanas de sensibilización son el puente que une ambos mundos.
Hay una mesa donde se informa sobre cuestiones relacionadas con el documento de identidad, y otra que atiende a quienes tienen dudas sobre la tarjeta de la seguridad social y los beneficios que supone.
Mientras, las fabulosas mujeres promotoras, trabajadoras de la fresa y miembros de la asociación Alkarama, van informando a las personas que llegan sin cesar.
Y, sobre todo, hablan con otras trabajadoras de la fresa sobre sus derechos laborales, para decirles que no tienen que trabajar más de 12 horas, ni soportar insultos de sus jefes.
La labor de las promotoras es fundamental, porque conocen al resto de trabajadoras y las animan a visitar las caravanas, pero sobre todo porque han vivido y viven sus mismas experiencias. Y hacen un gran trabajo, que requiere mucha dedicación y esfuerzo. Llegan al douar a las diez de la mañana y muchas veces no se van hasta las doce de la noche, porque los productores, que saben que la caravana va a llegar, no dejan salir a sus trabajadoras hasta esa hora. Pero ellas saben que el esfuerzo merece la pena porque, hace unos años, ellas tampoco eran conscientes de sus derechos; ahora, gracias a este proyecto, no solo los conocen y los defienden, sino que se dejan la piel para que otras mujeres también sepan que tienen derecho a vivir con dignidad.
Así que nos vamos pensando que hay esperanza. Y no sólo para estas mujeres, sino para el futuro. Amina, otra de las trabajadoras de RADEV, me cuenta que una de las mujeres que se han unido a Alkarama le dijo que lo que más lamentaba en la vida era haber tenido que dejar los estudios para trabajar en la fresa, pero que iba a trabajar día y noche para que sus hijas e hijos estudiaran y tuvieran un futuro mejor. Esa idea me emociona, y me gusta saber que parte de mis impuestos (una parte cada vez más pequeña, eso sí) va a parar aquí.
Esperanza !!!…eso es importante…un saludo a todos