Raquel Racionero. Cuadernista. Mauritania
Estamos visitando muchos pueblos de diferentes comunas de la Región de Kaédi. Cada uno es un mundo, de una etnia y cultura diferente. Ésta es una de las riquezas de Mauritania.
Cuando llegamos a cada poblado encontramos casas diferentes. Cuadradas unas, redondas otras. Y no cambian su forma de construirlas porque tienen la intuición de que en otro tipo de casa “no entrará la leche”. Con techo de paja y adobe si son de los trashumantes, para no tener tanto que perder si a su vuelta no la encuentran en pie y poder construirse otra rápidamente. Tipo haima llamadas ” hangar” si tienen origen nómada bereber, porque les gusta el aire. Y cada uno conserva su forma de vivir y construir.
Lo común a todos es la necesidad de agua.
Una mujer de 80 años del pueblo de Bithiungal nos decía al pie del pozo averiado que podría dar agua a su pueblo: “El agua permite tener comida, el agua es higiene, el agua quita la sed. El agua es todo. El agua es vida”.
Este pozo lo instaló Acción contra el Hambre, pero el pueblo no tiene recursos para arreglarlo. Y de nuevo, éste año hay sequía. Todos los pueblos nos cuentan que la lluvia paró a mitad del periodo de lluvias. Y cada vez es más normal que ésto pase. Las sequías son cada vez más recurrentes. En 2011 y 2012 hubo tal sequía que se hizo una llamada Internacional de Ayuda Humanitaria. De nuevo 2013 no ha sido muy bueno y en un mes se acaba la recolecta y empieza el periodo de carestía. Así qué están vigilando por sí hay que dar alertas y reaccionar a tiempo.
Por eso, las ONGs y la Agencia Española de Cooperación, desarrollan programas para que estos pueblos y sus gentes tengan mayores capacidades de resistencia cuando los meses secos y sin recolecta lleguen.
Se hacen estudios topográficos para buscar agua subterránea, porque hay mucha. Se instalan pozos y depósitos de agua elevados que después hay que mantener. Se instalan motores y placas solares para sustituir el sistema manual y poder tener huertos para completar una alimentación que apenas se basaba en cereales como arroz o sorgo. Se instalan canalizaciones y sistemas de riego. Se vallan para que los animales no se coman la cosecha. Y se forma a la gente en conocimientos agrícolas, alimenticios e higiénicos personales y del agua.
Porque como nos cuenta Nalla, el Oficial de Seguridad Alimentaria de Oxfam en Kaédi: ” De nada sirve tener ríos, y aguas subterráneas, si no tienes cómo llevar ese agua dónde hace falta. Si no la puedes usar. Una gota en el desierto, puede servir para mucho“.
Y aquí vemos eso constantemente. Con muy poco, hay cambios increíbles.
Allí dónde el año pasado había un terreno inmenso de arcilla seca en el pueblo de Sabar, vimos un vergel que da de comer a una gran familia, trabajo a más gente del pueblo y hortalizas que las mujeres pueden comprar allí para venderlas en el mercado de la ciudad. El dueño del terreno fué beneficiario de un programa de desarrollo para ayudarle con el vallado y que los animales no destrozarán la cosecha, con gasolina y con la canalización. Éste es un programa para potenciar a la gente que tiene iniciativas y fomentar el sector agrícola y productivo.
En el mismo pueblo, las mujeres, por propia iniciativa , pidieron ayuda para poder cultivar hortalizas. Y ahora tienen cada una su porción de tierras en su cooperativa de mujeres con sus coles, zanahorias, berenjenas, etc.
Nosotros alucinamos de que sean capaces de cultivar allí, cuando atravesamos kilómetros y kilómetros de arcillas y arenas de puro desierto salpicado de árboles con espinas. Nos han dicho que son Acacias. Pero no tienen nada que ver con las que conocíamos, como todo aquí.
Otras cosas que tienen en común todos estos pueblos: la generosidad y alegría con la que nos acogen, nos dan de comer, nos invitan a sus casas, nos muestran sus artesanías, nos enseñan sus proyectos de desarrollo y mejoras, nos cuentan sus dificultades, necesidades y proyectos de futuro, nos hablan con calma, dignidad y una capacidad oral increíble, son cariñosos entre ellos y con nosotros, y luchan.
En cada pueblo nos sentamos todos juntos sobre alfombras bajo un “hangar” o la sombra de un árbol , en debate con todos y todas. Y nos sentimos como en un documental, alucinados de poder estar así, cómo si nos conociéramos de siempre. Y qué claro lo tienen, y qué bien lo cuentan:
“Ahora tenemos el pozo, pero necesitamos ayudas para infraestructuras cómo poner una placa solar para bombear el agua”. ” Ahora tenemos sistemas sanitarios y cuidamos los hábitos de higiene, aunque a veces no nos queda más remedio que coger agua del río dónde están los animales y sabemos que no es buena”. “Hemos podido vallar y arar 4 terrenos para los cultivos pluviales de cereal, y que los animales no se los coman, y además, son reservas para dar de comer a los animales por lo menos uno o dos meses en el periodo de sequía. Y el año que viene tendremos 5, con más de cien familias en cada terreno”. “Con lo que sacamos podemos alimentar a la familia, y vendemos un poco para guardarlo y poder pagar las reparaciones del pozo y el vallado”; “En el consejo del pueblo decidimos que personas son las más vulnerables y pobres, para que puedan recibir el Cash, la cartilla de 4 meses de ayuda económica en el periodo de sequía”. ” Yo recibo el Cash 4 meses porque me accidenté trabajando. Con lo que recibí cada mes compré arroz y aceite, y guardé un poco para poder fabricar jabón y venderlo y así poder vivir cuando ya no recibo”
Aquí dicen que cuando muere un anciano, es una biblioteca que se quema.
Son sabios, muy sabios.
[…] Durante su viaje por el país ya fuimos testigos del cariño y el calor con el que los hombres, mujeres y niños de las distintas aldeas que visitaban les recibían, y cómo Paco en muchas ocasiones recompensaba ese cálido recibimiento a través de lo que mejor sabe hacer: dibujar y contar. […]