En el muro del comedor de San José de Apartadó se pueden ver unos principios escritos. Son las reglas básicas de un pequeño pueblo que se autodeclara comunidad de paz en el año 1996, porque se quiere mantener al margen de todas las aristas armadas y asesinas del conflicto colombiano, y que pinta en un muro lo que les identifica como personas y como colectivo; sus principios: libertad, respeto a la pluralidad, solidaridad, resistencia y justicia.
A los pocos días de pintar estos principios, el ejército y los paramilitares respondían con un baño de sangre, asesinando a decenas de personas y bombardeando el pueblo para imponer el terror. Les acusan entre otras cosas de ser “un estadito al margen del Estado colombiano” y eso es algo que no van a permitir. El ataque más brutal sucedió en 2005. El grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia asesinó y descuartizó a tres niños y cinco adultos. A los niños se les asesinó porque no querían que en el futuro se convirtieran en guerrilleros.
San José de Apartadó responde a esta atrocidad con la resistencia pacífica y la negación a cualquier forma de violencia. Cuentan, también, con testigos y con el acompañamiento internacional que ejerce de escudo de protección. Dicen que sin ellos, rápidamente los habrían exterminado. Pero este acompañamiento depende directamente de la cooperación y de la ayuda oficial al desarrollo y con los recortes, se han visto obligados a reducir su capacidad a la mitad.
En el camino de San José de Apartadó también se pueden ver unas piedras escritas. Son los nombres de las personas asesinadas por defender unos principios que puedes leer en un muro y que son imposibles de olvidar.